miércoles, 14 de enero de 2009

Enterré una muñeca




Barbie en el jardín.




Rompí sus ligamentos




Al doblar las extremidades




Para meterla en un bote de Eko.




Y entró, y abrí la tierra para darle de comer.




Y me comió a mí.




Bajo la tierra se escondió mi infancia




Y bajo mis uñas puso huevos




Una hormiga roja. Y llovió,




Y la tierra se deshizo, y yo




Me metí dentro.




Y tras un año, en otra lluvia,




La tierra se abrió, y




Aquella muñeca




Tarada seguía ahí, igual,




Protegida. Y yo,




Desarmada, como la vida,




Brutal




Y corta.










Hay quien no crece




Y ellos no lo eran,




Lo eran de estos




De los que no crecen.







Adolescentes hasta la muerte




De un año a otro




Se pegan al cristal




Para lamer las gotas




En noviembre.







Las beben y saben




A metálico




Y no crecen, y les miman.




Les tienen en palmitas




Porque les interesa




Tener jóvenes promesas.




Y nunca suben, ni descienden




Después de un año, por ejemplo,




Aquí siguen lamiendo




La lluvia en el cristal.

2 comentarios:

  1. Por mucho que intentemos enterrar nuestra infancia, afortunadamente sigue vivo el niño que llevamos dentro, para recordarnos que cada día podemos descubrir la vida con sólo no ignorarle, amiga. Besos inocentes,
    V.

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  2. Con la boca abierta y algún ligamento roto me has dejado...

    Volveré.

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